Conspiración o carpe diem

on miércoles, 29 de abril de 2009

Es curioso que la epidemia de influenza haya puesto a más de uno (Arlen y a mí y a otros amigos) a pensar en el poder de los medios, a sospechar, a ponernos de parte de las teorías de la conspiración que miran conspiraciones estilo los expedientes secretos X por todas partes..., y es que ¿acaso no tenemos algunos ejemplos de la historia reciente y ni tan reciente de nuestra parte?, es decir, la conspiración ha sido real en muchos momentos de la historia mundial (recuerdan alguno?).

Por otra parte nadie duda del temblor que sucedió el lunes pasado (yo ni lo sentí andaba en la calle, me salvé, no del temblor, sino del pánico que me dan), es decir, pareciera que lo único irrefutable es la "naturaleza", como dice Lalinho, esa naturaleza entendida como fuerza "superior" en nivel de existencia a nosotros, de hecho, entendida así la naturaleza es quien nos contiene y nosotros nos vemos como un sujeto más de la naturaleza y su desarrollo sobre el cuál no podemos ejercer control total...: somos pequeños, frágiles, vulnerables.


Me parecen curiosas ambas posturas porque ambas son extremistas en su concepción del hombre: o somos todopoderosos (capaces de instrumentar una crisis nacional y mundial en unos cuantos días), o somos todo fragilidad (insectos que desaparecen en un vendaval). Ambas coinciden en el factor del miedo, en el presentismo, y me pone a pensar que el ordenamiento de la información, su dispositio en términos de operación retórica, permite leer y sentir los hechos desde encuadres (moldes o modelos de sentido) que están en nuestro horizonte. Así, por ejemplo, cuando surgió el VIH (una verdadera epidemia que se vive así en África pero no en nuestro país, a pesar de que el contagio continúa...) hubo quien la leyó como evidencia de castigo divino, o como inteligencia natural para erradicar a un grupo específico de seres humanos (se creía que sólo atacaba a los homosexuales varones) como se supone que se han erradicado especies enteras. Tales visiones evitaron que pudiéramos ver las dimensiones de la epidemia, de hecho seguimos (hay quien) sin detener el contagio en algunos sectores de nuestra sociedad y en algunos países (repito el caso de África, no país sino continente!).  

¿Por qué pensamos como pensamos esta contingencia? 

¿Para qué nos sirve pensar que esto es una conspiración o una revelación sobre nuestra existencia? Si es para expresar nuestro amor a nuestros seres queridos, habría que pensar por qué esperamos una contingencia para vivir la vida, o para qué desconfiamos tanto de las autoridades... Son sólo ejercicios, no hay respuestas correctas, pero los ejercicios son lindos a veces, ¿no?

Ah!, una cosa más, dudar sistemáticamente de la honestidad de los gobiernos hace pensar sobre el estado de deterioro del modelo de Estado en que vivimos, un modelo de gobernabilidad basado mucho en una serie de pactos sociales, es decir, de fuerzas que no tienen que ver con hechos sino con sentires y acciones, con palabras (leyes, constituciones) y sistemas de legitimidad (elecciones populares, debate, representatividad, instituciones, consenso)... Uno de los legados de la Guerra Fría (que ni ustedes jóvenes ni yo vivimos en su plenitud) es justamente esta sistemática desconfianza como método para percibir el poder del Estado, andamos buscando simulacros... y a veces el que busca, encuentra. Y pienso ahora, aquellos estados (la Unión Soviética, el bloque rojo; y EU y el bloque capitalista) tenían un poder que se manifestaba con represión y una imagen de control absoluto.

¿Tenemos aún este tipo de Estados completos, absolutos, totales?

2 intensos murmullos:

Riquelme dijo...

He visto con cierta indiferencia la pantalla que se ha formado frente a los pequeños bichitos (¿con vida o sin vida?) que invaden a la sociedad en México y en varios países más. Sin embargo, este fenómeno me ha llevado a buscar y escuchar opiniones acerca del comportamiento humano frente a este tipo de situaciones. Y son sus dudas (por ser precisamente dudas) las que más me han conducido a pensar que no voy por un camino tan errado al preguntar-me si esta situación no serviría de alguna manera como un detonador de la fe a partir de la duda, de la crítica.

Es cierto, para muchas personas esto ha servido únicamente como una comprobación de profecías, designios y temores producto de una necesidad por aprehender algo de estabilidad: (nada más estable que el cumplimiento de una profecía y la revelación de un designio), confiar en el destino; o como una forma para expresar ideas, sentimientos y creencias que den la apariencia de una colectividad (la hermandad del cubrebocas); e incluso, como una manera de protestar en contra de conspiraciones hereditarias e inacabables. De ninguna manera estoy en contra de estas aproximaciones al fenómeno, pero ¿no sería más interesante, más lúdico y más divertido intentar contemplar todas las posibilidades que nos ofrece? ¿Ver detrás, a través, frente y fuera de la pantalla? Me parece que esta opción permitiría abrir una ventana clara hacia el presente (más estabilidad no es posible); formar una verdadera colectividad crítica e incluyente y pensar, repensar y debatir acerca de los mecanismos y estructuras de nuestras formas de gobierno y estados. Dudar de nosotros mismos para al fin creernos.

De tantas tristezas, de dolores tantos,
de los superhombres de Nietzsche, de cantos
áfonos, recetas que firma un doctor,
de las epidemias, de horribles blasfemias,
de las Academias,
líbranos señor.

(Darío, R. Letanías a nuestro señor don Quijote)

Ernesto ERO dijo...

¡Hola a todos! Leí con interés los comentarios de Arlen, Lalinho y Riquelme. Me encanta la idea de Arlen de no callarnos con los tapabocas. Bueno, aquí va un texto inconcluso, que parte de la peste y llega a Islandia. Saludos a todos.

Islandia o la isla llamada utopía.

Ernesto Reséndiz Oikión.

Estos son días de guardar. No habrá clases hasta el 6 de mayo, sonrío y me preocupo, a veces sólo un poco, otras, me agarra la histeria colectiva, influencia de la influenza porcina. La epidemia me hace sentir como en una película gringa. Extra obligado en esta realidad que supera los capítulos de mayor tensión de las series de médicos. Pero aquí no tenemos al doctor Carter y a su colega House para curarnos, tampoco a Meredith Grey. Sólo al doctor José Ángel Córdova Villalobos, secretario de Salud, que aparece en la televisión, galeno cansado de dar entrevistas. Y la pregunta latente, ¿nos están diciendo todo lo que pasa? ¿Juramento hipocrático o hipocresía descarnada? ¿Por qué la desconfianza? La burra no era arisca…la hicieron. Las burras, los puercos y los virus son las especies de esta zoología de hospital. Especies de espacios clínicos. En el año Darwin nos vacunamos con otra dosis de desencanto. En las islas Galápagos no hay ajolotes y las tortugas gigantes están en peligro de extinción. “Peligro de extinción”, frase de película de Hollywood.

Estoy recluído en mi casa desde el viernes 24 de abril y me pregunto si aguantaré esta vida monacal. Pienso en el transcurso lento del tiempo de los claustros, a paso de tortuga Galápago. Las monjitas encerradas resisten con devoción, apartadas del mundanal ruido. Monjas coronadas de flores. Entregadas a la vida contemplativa. Los chilangos subsisten con la fe de no enfermarse, aventados al mundano metro. Capitalinos tapados con cubrebocas, coronados de frustración. Contemplando la vida que se escapa en el vagón. Mi cuarto se transforma en un archipiélago para el exilio temporal hasta nuevo aviso. Las cuatro paredes naufragan y se convierten en mi universo insular. Los libros son barquitos de papel.

Los escritores utopistas como Thomas Moro, Francis Bacon y Tommaso Campanella situaron sus sociedades perfectas en islas. Espacios de especies bellas. La utopía fue una isla imaginada y se consolidó como todo un género literario, cultivado a través de los siglos. Aldous Huxley escribió con Un mundo feliz (Brave new world) una distopía, una suerte de anti-utopía como resultado del desencanto ante la barbarie y alienación de la civilización occidental del siglo XX. Su última novela, menos conocida, La isla (Island) es una contrapartida de aquélla y abre de nuevo la posibilidad de la utopía, pero ahora en los términos de la cordura, la humildad y la ironía, como también lo sugiere el escritor italiano Claudio Magris en su Utopía y desencanto.

En medio del oleaje por la turbulencia informativa, una noticia pasó casi desapercibida, pero no debe naufragar en el olvido, pues se trata de un hecho fundamental ocurrido en un país tan alejado y extraño como la República de Islandia, la isla que hoy construye la utopía. El pasado 25 de abril, la coalición de partidos de centroizquierda (Alianza Socialdemócrata y el Movimiento de Izquierda Verde) triunfó en una votación histórica, que pone fin a dieciocho años de mandato del Partido de la Independencia, responsabilizado por la crisis económica. Las elecciones parlamentarias islandesas marcan un hito en la historia moderna y en la historia del movimiento por los derechos del colectivo LGBTTTII (lésbico, gay, bisexual, travesti, transgénero, transexual, intersexual e intergénero) porque por primera vez es elegida por sufragio universal una mujer abiertamente lesbiana para dirigir el gobierno de su país. Ella se llama Jóhanna Sigurdardóttir, primera ministra que asumió el cargo de forma interina cuando las protestas de los ciudadanos en las calles obligaron la dimisión del gobierno de centroderecha de Geir Haarde en enero.

La cuestión de que una persona homosexual dirija una nación no es nueva, pero sí es histórico que ésta sea abiertamente asumida. Si bien, es cierto que, a lo largo de los siglos, numerosos emperadores, reyes y ministros homosexuales han detentado todo el poder -algunos de ellos fueron auténticos tiranos nefastos-, como ya lo ha señalado el erudito historiador y filológo inglés Alfred Leslie Rowse, que en su obra clásica Homosexuales en la historia se encargó de “desclosetar” a varios cortesanos europeos, el hecho de que Sigurdardóttir sea una política abiertamente lesbiana, refrendada en su cargo por sus connacionales, significa un avance importantísimo para la sociedad islandesa, que demuestra su respeto y tolerancia por la diversidad sexual y la disidencia sexogenérica y su convicción democrática. Como ejemplo de esta gran tradición democrática cabe señalar que el Althingi (Parlamento islandés), fundado en el año 930, es considerado el más antiguo del mundo.

La democracia en Islandia es una realidad indiscutible, no sólo porque cualquier ciudadano tiene la posibilidad de ser elegido para asumir el máximo cargo del país sin importar su orientación sexual, sino porque allí existe un verdadero gobierno que emana del pueblo, como muestra de esto están las protestas que acabaron con una administración que ya no representaba a los intereses públicos de la mayoría. En México la protesta social parece no constituir una vía plausible para que las exigencias de los ciudadanos sean escuchadas y atendidas, lo cual representa un gravísimo riesgo de ingobernabilidad e inestabilidad que la clase política insiste en negar y que pone en cuestión la propia viabilidad del modelo de Estado.

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