¿Para qué leer La Parcela?

on domingo, 1 de marzo de 2009


Podría pensarse que el breve tiempo dedicado en clase a La Parcela (1898) de José López Portillo y Rojas es directamente proporcional a la importancia de la obra, no es así. La novela del jaliciense escrita en un impecable español nos permite asomarnos a una de las cristalizaciones del realismo literario en el México decimonónico.

López Portillo y Rojas fue abogado y colaboró con su profesión activamente en la política nacional, fue diputado y senador, magistrado, Subsecretario de Instrucción Pública, Secretario de Relaciones Exteriores, Delegado a la Segunda Conferencia Panamaericana; además como ya era c
ostumbre su actividad letrada fue también intensa: fundador en su estado natal de la revista La República Literaria, además fue miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua.

Dicho esto la preocupación filológica del "Prólogo" que abre La Parcela no deja de resultar importante. La lengua española se había convertido en herramienta de construcción de identidad, así como el espacio privilegiado y "hegemónico" de la expresión de lo nacional, subsumiendo y desconociendo otras lenguas. Por otra parte, esta hegemonía, además, se relacionó casi de manera inmediata con la "corrección" de la lengua, expulsando así de la correcta expresión nacional todas las otras expresiones, reduciéndolas, mirándolas como impropias, impuras..., estas calificaciones se relacionan con la ideología progresista que impregnó las políticas públicas y las formas de sociabilidad. El "Prólog" es pues, una pieza de crítica importante como lo serán los rumbos de la Academia Mexicana de la Lengua no sólo para las letras sino para comprender la dimensión y alcance públicos de los juicios literarios de los letrados mexicanos, quienes como López Portillo y Rojas eran además funcio
narios de la política pública...

Así, el habla de los personajes campesinos, peones, albañiles, capataces, leguleyos, magistrados, mujeres pobres y mujeres de clase alta establece barreras, comunicativas que reafirman el lugar que cada uno ocupa en una sociedad estratificada, donde cada uno es feliz con su condición. El estatismo priva en el modelo positivista de sociedad donde los cambios se dan en las élites, únicas con la libertad y fuerza legítimas (fundadas en su superioridad natural, espiritual y económica) para realizarlos. El Estado, como brevemente apuntamos, reduce su actuar, dejando que los hombres libres (Don Pedro Ruiz y Don Miguel Díaz) dueños de los capitales, los medios de producción y de la tierra diriman sus diferencias ejerciendo su libertad de conciencia. Hay que hacer notar que el "Prólogo" nos ilumina acerca de las características idílicas imposibles del campo mexicano, un campo idealizado por López Portillo y Rojas (será que sólo por él?) cuya representación contrasta con la del mundo de la urbe y de los tribunales, mundo que tan bien conoció nuestro autor: "Nuestras clases rurales son el nervio de México [...] son la planta nueva brotada al calor de nuestro sol y al influjo de nuestro clima, el aluvión de las múltiples razas que han ido depositando en nuestro territorio su limo fecundante."
De acuerdo con la ficha que brinda Antonio Castro Leal en su edición (LA edición con que contamos) de Porrúa, La Parcela se publicó por primera vez en 1898 en la Biblioteca de Autores Mexicanos de Victoriano Agüeros, luego "con aumentos y numerosas correcciones" en la Imprenta El Tiempo en 1904, ésta es la edición que hemos leído. Valdría mucho la pena saber de cierto qué tanto se aumentó y corrigió la primera edición, e indagar en las probables razones. Para otro tipo de contrastes, les recomiendo la lectura de La venganza de la gleba, obra de teatro de Federico Gamboa, para apreciar de qué manera otro hombre público y de letras percibió a las masas campesinas. 

Hay pues motivos para seguir leyendo La Parcela, entre otros la imbricación inevitable de una ideología, en este caso la que guiaba muchos si no es que todos los pasos del gobierno de Porfirio Díaz, con formas estéticas reconocidas (novelas de costumbres mexicanas como Astucia), con poéticas (realismo), además la obra lleva a cabo en sí misma una postura lingüística, porque "en" la lengua, como bien sabemos, "también" se hace política.


0 intensos murmullos:

Publicar un comentario